Para empezar, quiero aclarar que el título se pronuncia "Jobo".
Y Segundo, que todo lo que relato a continuación es cierto.
Pues una día, mi papá se encontró un periquito australiano, una de ésas avecitas que son tan lindas y amigables. Pero ninguna lo había sido tanto como Hobo. Mi padre viajó por todo el continente y hasta partes de Europa, con sus aventuras y sus vaivenes se consideró un verdadero vagabundo, trovador, o como dicen en Estados Unidos: A Hobo.
Al encontrarse un periquito azul, con todo el carisma que es posible caber en un cuerpecito tan pequeño, sin miedo, pero lleno de vida y e aparentemente extraviado, decidió traerlo a casa, y darle un nombre que reconociera su vagar: Hobo.
De inmediato se integró, como si hubiera nacido y crecido con nosotros. Yo tenía cinco años, y habíamos adquirido la mejor mascota del mundo. Pero más que eso era parte de la familia.
Ahora nadie me cree, que de desde el principio era juguetón con nosotros, que se posaba en el hombro, en la mano, en donde quiera que uno le llamase, sí, hacía más caso que muchos perros que he tenido, jejejeje. Le decíamos por su nombre y venía, a quien lo llamaba; mi hermana y Yo buscábamos que nos hiciera caso e ignorara al otro,que si le hablábamos y mostrábamos el hombro o la mano, ahí llegaba, con su carita llena de luz y alegría. Que nos seguía al cuarto al que fuéramos,; que tenía más personalidad que varias personas con las que he trabajado.
Lo poníamos frente a un espejo y se echaba pleito a sí mismo, creyendo que tenía en frente a otro macho, se esponjaba y hacía agüende, porque tenía que dejar en claro quién mandaba. Me encantaba que estuviera en el baño cuando estaba Yo en la bañera, llegaba volando y se ponía a nadar en el agua, campante, y a veces hasta cantando, nunca dejaba de cantar o de almenos decir algo; Yo le salpicaba poquita agua, para jugar con él, y como que no le parecía mucho, o no sé, quizá solo se hacía el ofendido, porque no se iba, se quedaba por mucho rato, me hacía compañía.
Lo más entretenido era cuando jugaba futbol, ah, porque era futbolero.......bueno....le dábamos una canica, de preferencia la blanca, y él trataba de empollarla, como lo hacíamos en la mesa del comedor, pues seguido se el salía la canica de por debajo, asi que corría tras de ella, trataba de controlarla, y de empollarla, y se veía tan contento cuando lograa sentarse en ella sin que se el fuera.....asi que lo distraíamos un poquito, y se le iba, y de nuevo a correr tras de la canica blanca. En un par de ocasiones le dimos un limón, y pues con ése si no podía, jejeje, era muy buen ejercicio para Hobo.
Abríamos la llave del agua, en el lavamanos, para que lo usara como regadera, le encantaba.
Lo llevamos con nosotros a México, por tierra nos fuimos en una camioneta roja que ahora está despedazada De San Francisco a Tijuana.Tuvimos que taparlo para que los de la aduana no lo vieran, y recuerdo estar tan preocupado de que lo fueran a encontrar, porque sabía que nos lo quitarían. De ahí por Baja California, a Los Cabos, tomamos el barco ése, llegamos a Nayarit, me parece que fuimos a Jalisco para ver la familia por parte paterna. Y claro, hasta Guanajuato llegamos con muchas historias y claro con Hobo.
Mi papá lo usaba como despertador, porque nunca me ha gustado levantarme temprano, asi que para ir a la escuela era difícil lograr que me levantara, asi que Don Enrique lo llevaba a la cama y me lo ponía al oído, jejejeje. Hobo empezaba a mordisquearme, a cantarme al oído, y como que sabía su función, porque si lo espantaba, sólo volaba un poquito y regresaba a donde mismo, para despertarme, y cuando me daba vuelta, se iba a la otra oreja. Cómo lo extraño.
Todo ésto es cierto.
Le conseguimos novia, que irónicamente, era una periquita muy enojona, no se dejaba acariciar, y de todo echaba pleito........mujeres.
Una mañana, ya casi para irnos a la escuela, mi hermana iba o a la sala, o al baño, y quería que Hobo la acompañara. Le habló. A mí mis papás me habían estado insistiendo que cerrara las puertas tras de mí, porque siempre las andaba dejando abiertas, me regañaban por eso.
Asi que cerré la puerta.
La puerta no cerró.
Algo estaba de por medio.
Maté a Hobo.
La puerta se la cerré en la cabeza, la aplastó. Nuestro más perqueño miembro de la familia cayó aleteando, y Yo me congelé. No podía creer lo lo que estaba viendo. Mi padre estaba justo ahí, y sé que se le partía el corazón, lo tenía en sus manos, con la certeza de que se nos iba. Claro, mi hermana llegó corriendo, diciéndole a mi papá que hiciera algo. Pero nada había por hacer.
Me miraron, y no había una roca cerca para arrastrarme debajo de ella.
Quisiera que ésta parte no fuera cierta, que nunca hubiera pasado.
Pero tuvimos que irnos a la escuela así, con aquella impresión, con los ojos rojos por llorar tanto, y Yo.....sabiendo que era mi culpa, que por mí es que estaba muerto. Llegué a la Vasconcelos deprimido, pero muy pequeño para saber lo que era la depresión, sólo sabía que me sentía terrible.
A veces aprender duele.